
Muchos de los turistas que eligen esta isla como destino simplemente se acercan a ella buscando días de sol y descanso. Pero, lo que a muchos se les escapa es la enorme cantidad de posibilidades que ofrece el país. Tortuga Boba ha viajado por casi todo el mundo pero, sin duda alguna, Cuba resulta uno de sus destinos favoritos, sino el que más. Por muy increíble que parezca, tras dos siglos de insuperable riqueza (XVII y XVIII), hoy este país resulta uno de los más pobres de América Latina. La verdadera prueba de que con lo mínimo también uno puede ser feliz.
Atrás quedan los clichés capitalistas, las grandes superficies, los rascacielos, los cines, los carísimos restaurantes, los autobuses urbanos o el mal humor de los conductores de las grandes ciudades desarrolladas, propios de los lunes por la mañana. Cuba es diferente. Tan diferente que el humor de sus gentes brilla por las insuperables muestras de agradecimiento a todo turista que se acerque a la isla. En la Habana, los niños van a la escuela en los típicos autobuses urbanos amarillos cedidos por el gobierno venezolano. Las terrazas de las casas del casco antiguo rezumban por el sonido de la bachata; la negra sentada en la plaza de la catedral espera con puro en mano, llamar la atención de los turistas;“la bodeguita del medio” aguarda impaciente a poner sobre su barra una degustación de mojitos digna de probar; las niñas de quince años desean vestirse sus mejores galas, al más puro estilo principesco, para ser presentadas en sociedad; y los miles de venerables al régimen aguardan al jueves por la tarde para plantarse ante la embajada de Estados Unidos y, gracias a su “protestorium”, dejar echar a volar sus ideas sobre el gobierno americano. Una ciudad no menos singular que merece la pena descubrir y, a poder ser, mientras el régimen de la revolución cubana permanezca y antes de que los Mcdonald´s y los centros comerciales invadan una ciudad arquitectónicamente, digna de admirar.
Atrás quedan los clichés capitalistas, las grandes superficies, los rascacielos, los cines, los carísimos restaurantes, los autobuses urbanos o el mal humor de los conductores de las grandes ciudades desarrolladas, propios de los lunes por la mañana. Cuba es diferente. Tan diferente que el humor de sus gentes brilla por las insuperables muestras de agradecimiento a todo turista que se acerque a la isla. En la Habana, los niños van a la escuela en los típicos autobuses urbanos amarillos cedidos por el gobierno venezolano. Las terrazas de las casas del casco antiguo rezumban por el sonido de la bachata; la negra sentada en la plaza de la catedral espera con puro en mano, llamar la atención de los turistas;“la bodeguita del medio” aguarda impaciente a poner sobre su barra una degustación de mojitos digna de probar; las niñas de quince años desean vestirse sus mejores galas, al más puro estilo principesco, para ser presentadas en sociedad; y los miles de venerables al régimen aguardan al jueves por la tarde para plantarse ante la embajada de Estados Unidos y, gracias a su “protestorium”, dejar echar a volar sus ideas sobre el gobierno americano. Una ciudad no menos singular que merece la pena descubrir y, a poder ser, mientras el régimen de la revolución cubana permanezca y antes de que los Mcdonald´s y los centros comerciales invadan una ciudad arquitectónicamente, digna de admirar.


Por su gente, música e historia Santiago de Cuba es indiscutiblemente singular en el contexto de Cuba. La capital provincial, del mismo nombre, supera en formas, tamaño y atractivos las dimensiones atribuibles a una ciudad interior; y más allá de esta serán dignas de admirar, también, la naturaleza y las playas de raro exotismo abiertas al mar Caribe, en la costa sur del territorio.
Conocerlo paseando por las calles ondulantes y estrechas cargadas de historia y a la vez de música, donde asoman inmensos ventanales o apretados balcones rebosantes de flores. Porque se trata de un lugar donde todo merece tocarse con las manos y en el que nadie se sentirá defraudado si se deja llevar por lo que más puede ayudar al turista común: esa regla de oro según la cual en tiempo de vacaciones cada minuto debe tener sorpresa, algo que admirar, un buen sitio que conocer.
Conocerlo paseando por las calles ondulantes y estrechas cargadas de historia y a la vez de música, donde asoman inmensos ventanales o apretados balcones rebosantes de flores. Porque se trata de un lugar donde todo merece tocarse con las manos y en el que nadie se sentirá defraudado si se deja llevar por lo que más puede ayudar al turista común: esa regla de oro según la cual en tiempo de vacaciones cada minuto debe tener sorpresa, algo que admirar, un buen sitio que conocer.
Varadero: playa situada en la costa septentrional de la provincia de Matanzas, en la península Hicacos, al norte del municipio de Cárdenas al cual pertenece. Llamada también Playa Azul, la más bella y concurrida de la isla, justamente estimada a causa de sus inmejorables condiciones.
En Varadero cielo y mar se confunden en el azul que los envuelve. Y desde la playa de menudas y finas arenas hacia el mar y al confín del horizonte en donde el cielo se junta a las aguas aprecia el ojo humano todas las gradaciones, matices y tonos del bello azul de esta playa sin par en Cuba y fuera de ella.
En Varadero cielo y mar se confunden en el azul que los envuelve. Y desde la playa de menudas y finas arenas hacia el mar y al confín del horizonte en donde el cielo se junta a las aguas aprecia el ojo humano todas las gradaciones, matices y tonos del bello azul de esta playa sin par en Cuba y fuera de ella.

Desde tiempos coloniales ya Matanzas era una ciudad de gran cultura, se le llegó a llamar “La Atenas de Cuba”. Muchos de los poetas y músicos más distinguidos de Cuba, y el mundo, nacieron en esta bella ciudad de puentes y teatros.
Blanca Alvarez-Blazquez Márquez