Atrás quedan los clichés capitalistas, las grandes superficies, los rascacielos, los cines, los carísimos restaurantes, los autobuses urbanos o el mal humor de los conductores de las grandes ciudades desarrolladas, propios de los lunes por la mañana. Cuba es diferente. Tan diferente que el humor de sus gentes brilla por las insuperables muestras de agradecimiento a todo turista que se acerque a la isla. En la Habana, los niños van a la escuela en los típicos autobuses urbanos amarillos cedidos por el gobierno venezolano. Las terrazas de las casas del casco antiguo rezumban por el sonido de la bachata; la negra sentada en la plaza de la catedral espera con puro en mano, llamar la atención de los turistas;“la bodeguita del medio” aguarda impaciente a poner sobre su barra una degustación de mojitos digna de probar; las niñas de quince años desean vestirse sus mejores galas, al más puro estilo principesco, para ser presentadas en sociedad; y los miles de venerables al régimen aguardan al jueves por la tarde para plantarse ante la embajada de Estados Unidos y, gracias a su “protestorium”, dejar echar a volar sus ideas sobre el gobierno americano. Una ciudad no menos singular que merece la pena descubrir y, a poder ser, mientras el régimen de la revolución cubana permanezca y antes de que los Mcdonald´s y los centros comerciales invadan una ciudad arquitectónicamente, digna de admirar.
La antigua Plaza Cívica José Martí, convertida por el pueblo cubano en la Plaza de la Revolución José Martí a partir de 1959, ha sido testigo excepcional de
Conocerlo paseando por las calles ondulantes y estrechas cargadas de historia y a la vez de música, donde asoman inmensos ventanales o apretados balcones rebosantes de flores. Porque se trata de un lugar donde todo merece tocarse con las manos y en el que nadie se sentirá defraudado si se deja llevar por lo que más puede ayudar al turista común: esa regla de oro según la cual en tiempo de vacaciones cada minuto debe tener sorpresa, algo que admirar, un buen sitio que conocer.
En Varadero cielo y mar se confunden en el azul que los envuelve. Y desde la playa de menudas y finas arenas hacia el mar y al confín del horizonte en donde el cielo se junta a las aguas aprecia el ojo humano todas las gradaciones, matices y tonos del bello azul de esta playa sin par en Cuba y fuera de ella.
Desde tiempos coloniales ya Matanzas era una ciudad de gran cultura, se le llegó a llamar “La Atenas de Cuba”. Muchos de los poetas y músicos más distinguidos de Cuba, y el mundo, nacieron en esta bella ciudad de puentes y teatros.